Entre diablas Mauricio Serna' Soy de una familia muy grande y mis padres me dieron una cul- tura excelente. No fui una persona de estos lugares, nunca, menos de una cantina. Mi hermano y yo somos gente de bien, pero así son las cosas, las circunstancias son las que nos tienen trabajando aquí, con prostitutas. En estos lugares se ven muchas cosas, muchos cacharros y mari- cadas; por ejemplo, una vez, una pelada de pueblo, de Sevilla creo que era, se le veía lo "monturita" que era, y llevaba ocho días de estar trabajando y nadie la escogía. Y era por lo "monturita" que se veía la vieja, o sea, no se organizaba bien. Pasaron diez días y nada, doce días y nada. Entonces le dije: -¿Usted qué piensa, pues? - Yo como que no le gusto a nadie, Memo -me respondió. - Mija, pues yo no sé, pero el viernes usted cumple quince días de estar aquí, y si para esa fecha nadie se la ha comido, pongo a todos los trabajadores a que se la culeen a ver si así despega. -Ay, como así. - Pues sí, mija, porque usted está comiendo aquí, está durmiendo, me está gastando servicios, lo del negocio, qué? -le dije. Bueno, y las cosas se quedaron así como un simple llamado de atención para que supiera que aquí se viene es a trabajar. La "monturita': como Memo le decía, era una pelada bajita, del- gada, de piel pálida, con cabello negro y crespo hasta los hombros. Se veía con poca experiencia en ese mundo, en ese pesado ambiente, porque se le notaba muy recatada, muy sumisa y muy insegura, pero 1 Cali, 1984. Estudiante de Derecho, Universidad lcesi, Cali. 38 Entre diablas Mauricio Serna 39 era buena la disposición que mostraba para asimilar todo lo relacio- nado con el medio. Un día antes de cumplirse el plazo pactado entre Memo y la "mon- llegó un gringo muy alto, rubio, con ojos claros, de aspecto rígido y con una actitud muy reservada. Para sorpresa de todos, el gringo escogió a la "monturita': y ella se puso muy contenta. -Me escogieron y no me tengo que ir, qué bueno, qué bueno -le decía a las otras viejas, casi saltando de la alegría. El gringo y la "monturita" se fueron para la habitación principal, y allí estuvieron como una hora. Cuando de repente bajó la peladita, muy alterada y desnuda, en dirección a la oficina de Memo. usted qué le pasó, mijita? -preguntó desconcertado. Memo y cinco o seis peladas que estaban esperando clientes, se tomaban una cerveza. -Memo, ese viejo hijueputa se cagó -respondió. así que se cagó? -preguntó Memo, bebiendo un trago de cerveza. -¡Sí, Memo, ese man se cagó! -gritó, un poco nerviosa y acele- rada, mientras se colocaba la ropa interior y se cubría el cuerpo con una toalla. El gringo le había pedido a la "monturita" que lo hicieran parados porque así le gustaba más, que se recostara contra una pared, mien- tras él hacía la vuelta por detrás. Entonces, Memo, riéndose con las demás peladas, le preguntó: qué pasó? - Pues yo le gritaba que me hiciera duro, duro, cuando noté al gringo como raro, y sentí es que "fuuss': -¡Qué! qué? -preguntó impaciente. -Pues fuss, Memo, que ese gringote se cagó en la pieza. Miré ha- cia abajo y vi esa plasta tan horrible. Te juro Memo que no sabía qué hacer, ni él tampoco. Yyo me preguntaba: man se cagó, y ahora qué hago? Entonces fui al baño, cogí mi ropa y bajé. En esos momentos sonó el teléfono de la oficina de Memo y él, un poco desconcertado por la situación, se rehusó a contestar presin- tiendo que el que llamaba era el gringo. Al final, le tocó atender la llamada. -Oiga, Memo, la muchacha?, pasó con la Memo, sin saber qué decir, titubeó un instante, y al final dIJO: -Señor, es que ella nos está contando que a usted le paso una tra- gedia. -Pero eso no es nada -dijo el gringo. qué fue lo que pasó? -preguntó Memo -Yo no sé... qué le ocurrió eso? -preguntó Memo. - Es que hice mucha fuerza, Memo, entlendame. -Mejor dejemos las cosas así -le dijo Memo. -Pues sí -respondió el gringo. . ... Después de terminar la llamada, Memo, sonnendo, se dmglO a la "monturita". - Y entonces, que. . - No, yo no sé, yo no vaya subir, eso fue una cosa grandlSlma lo que ese man soltó. - Bueno, de todas maneras le toca limpiar la pieza, "monturita". - Vea, Memo, usted perdonará, usted verá si me sanciona o me echa, pero yo no limpio ese mierdero ni por el Fue entonces cuando Clara, la empleada, le dIJO: - Mija, si quiere yo le aseo la piecita. - Y cuánto me cobra? - Veinte mil pesos. ." -Si me hubiera dicho cincuenta se los hubIera dado -dIJO des- pués la peladita, mientras se arreglaba el cabello en el baño. Así son los cacharros en estos negocios, pero uno se va acostum- brando a tratar con toda clase de personas, porque el negocio se lo exige a uno. Es dificilísimo trabajar con diablas, es muy duro, la parte mas dura de este negocio es manejar estas todo entre ellas mismas pelean. Y aunque antes tema una Idea muy dIferente de las prostitutas, ya trabajando con ellas uno se puede dar cuenta que son mujeres sometidas. . Hace dos años y medio que estoy en este medlO. Antes de entrar a este negocio de "putas" trabajaba en el Ecuador, pero me fue mal, me 40 Entre diablas Mauricio Serna 41 robaron. Yo no me metí en este negocio porque fuera rentable, sino que recién llegado del Ecuador, después de ese tumbe tan bravo, mi hermano quería montar un negocio en una casa que tenía disponi- ble, y por las circunstancias de la vida se dio un negocio de estos, un putiadero. La casa arrancó sólo con mi hermano, pero fue agrandándose, creciendo, y necesitaba personal de confianza, porque estos negocios son así; y el caso fue que me llamó para ver si podía trabajar. Enton- ces, sin empleo y vaciado, le dije: "Listo, voy para Cuando entré me temblaban hasta las uñas, sobre todo por la edu- cación que me dio mi madre. Recuerdo que mi mamá, cuando yo tenía como catorce o quince años, me decía: "Mi amor, en esas casas donde van muchos hombres hay mujeres malas y espíritus malos y, además, todo lo que usted haga lo ve Dios, y a él no le gustan para nada esos lugares': Por eso trabajar con estas mujeres para mí no era nada fácil, y menos cuando estudié en un internado católico en las afueras de Me- dellín. La situación era terrible cuando empecé porque las viejas me mo- lestaban mucho. Recuerdo tres mujeres que me mandaron a ofrecer plata con mi hermano para que les hiciera la vuelta, para que me las comiera. Una de ellas me ofreció $200.000, la otra mandó a preguntar cuánto le cobraba y la tercera me acechaba todo el día con papelitos. Eso a mí me daba risa, una risa nerviosa, ya que tenía la noción de que los hombres siempre eran los que tomaban la iniciativa con las mujeres, y por eso mi hermano se burlaba de mí. Una vez me dijo: -Ojalá me estén diciendo eso a mí. Y yo le decía: -Cómo voy a meterme con esas viejas, hombre, que asco. Eso hacía que me achantara y me pusiera mal. Un día una vieja, con un fajo de billetes en la mano, dijo: -Como nadie ha sido capaz de comerse a Memo, la primera que lo empelote y se lo coma, se lo gana. Eran como siete viejas y se me tiraron como gallinazos. Se me sentaron encima y era imposible sol- tarse. Sin embargo, como pude, lo hice, y de la piedra las encendí a correa, a todas siete. Entonces, la vieja que ofreció la plata, dijo: fueron capaces? es que no quieren ganar plata o qué? Eso fue un cacharro. Cuando cumplo años, le digo a mi hermano que no vaya a re- cordarles nada porque una vez me agarraron como veinte, me ama- rraron a la cama, cagadas de la risa, dispuestas a todo, dizque para celebrarme el cumpleaños. Uno puede ser muy fuerte y todo, pero veinte viejas son veinte viejas, y todas encima, pues no se zafa ni el putas. Lo cierto es que empezaron a bailar haciendo "striptis': otras a empelotarme, a bajarme el pantalón y otras a manosearme y a darme trago. Después les dije que me soltaran, que ya estaba y fue ahí cuando me les volé. Por eso no me gusta que sepan de mi cum- pleaños ni nada por el estilo, más bien me les pierdo todo el día. "Por eso, trabajar con putas es duro, esas diablas se vuelven muy atrevidas, y pierden todo pudor y vergüenza, son mujeres difíciles de manejar': dice Memo, mientras se toma un trago de Red Bull. "No es bueno meterse con ellas porque eso trae malas consecuencias a nivel del negocio. Eso es como el que tiene un negocio de licor y se lo bebe. Si uno se acuesta con una diabla ella se va a creer con más derecho que las otras, y se forman muchos problemas en el negocio. Además, yo sé todas las cochinadas que ellas hacen con los clientes, me las cuentan, yeso no va conmigo. ¿Estar con una pelada a sabiendas de todo lo que hace? No, eso no es conmigo': Memo está un poco cansado e indispuesto por todo el trabajo que tuvo esa noche, pero se siente a gusto ya que el lugar está lleno y las mujeres ocupadas. "Otra dice, sacando una cerveza fría del congelador, "con- trolar estas peladas no es fácil, porque una vez que ya han cogido cancha no las controla nadie. Por eso hay multas o sanciones: son multas duras, altas, pero necesarias, dependiendo de lo que hayan hecho. La primera vez que cometen una falta se les cobra $100.000. Si lo vuelven a hacer, 200.000 mil, y así se le va subiendo. La falta más grave es cuando se ven con un cliente por fuera del negocio y noso- tros nos damos cuenta, ya que hay mucho sapo que gana precisamen- te por eso, por aventarlas. A ellas no les importan las multas, pues como ganan mucha plata dicen que les descuenten eso, que con una culiadita lo reponen. Ellas son muy rebeldes yeso no les duele. En cambio a nosotros sí, ya que nos toca invertir mucho en el negocio: propagandas, preservativos, comida, arriendo, servicios, trago, etc. 42 Entre diablas Mauricio Serna 43 A ellas no les importa nada ni nadie y se cagan de la A la casa llegan a trabajar mujeres de toda clase: casadas, sepa- radas, solteras, profesionales, madres solteras. Un día llegaron una abogada y una enfermera a trabajar un mes para cumplir con una deuda que tenían. Si a las peladas les va bien, llaman a otras peladas de otras ciudades para que se vengan a Cali. y así, con ese contacto, el negocio se da el lujo de tener mujeres de la Costa, de Medellín, Pereira, Manizales, Palmira, y por supuesto de Cali. Un martes, en la noche, el negocio está lleno. De las diecisiete o veinte mujeres que Memo maneja, sólo están disponibles dos. Nueve están prestando sus servicios de manera in- dividual, tres están realizando un show de "striptis': cuatro están en una presentación de lesbianismo y las otras dos estaban por fuera del negocio prestando un servicio a domicilio. "Este sitio es de caché, cualquier día a la semana, en cualquier pe- riodo del año, siempre tenemos mucho trabajo. A las muchachas sólo les damos descanso el día domingo y los quince primeros días del año; el resto permanecen internas en el negocio': "El trato que a ellas se les da es muy bueno. Al comienzo siempre están nerviosas, pero después sus mismas compañeras les enseñan las normas y el comportamiento que deben tener aquí. Uno tam- bién les indica cómo deben proceder, y aprenden rápido. Por ejemplo, cuando un hombre tiene el pene muy grande ellas buscan la mejor posición, porque una cosa es darle gusto al cliente y otra es que ha- gan lo que ellos quieran. Atender bien al cliente es que él salga satisfe- cho, que haya tenido un buen servicio, una atención excelente. Y ese cliente siempre vuelve. Al negocio llega mucho extranjero, sobretodo los gringos que tienen penes muy grandes, y dan con mujeres que tie- nen la "cuca" muy pequeña. En tal caso, hay que devolverles la plata porque ellos, simplemente, no pueden estar con las peladas': Generalmente las peladas llegan a trabajar como prostitutas por simple necesidad: tienen hijos, el esposo las abandonó o las golpea, los padres las echaron de sus casas, o trabajan para ayudar a sus fa- milias. Son muchas las razones, pero siempre que llegan por primera vez están muy golpeadas emocionalmente. Y después de trabajar un tiempo, se vuelven pura "mecha": solo usan ropa fina, compran joyas grandes, celulares nuevos, andan en taxis, y todo lo hacen para apa- rentar con su amigas. Las relaciones obligadas son las vaginales y las orales, las relacio- nes por detrás van por su cuenta. Si cobran o no depende de ellas mismas, pero Memo les explica todo esto para después no tener pro- blemas. Yo tengo este negocio hace un año más o menos, pero antes de este tenía otro de los mismos en Popayán. Y todavía lo tengo, es mucho más grande y va mucha más gente. Pero me tocó duro, me estaba sacando canas. Me tocó meterle mucha propaganda, radio, prensa, volantes, tarjetas, fiestas y no pasaba nada. Hasta que un amigo me dijo que era el sitio; el negocio anterior había tenido muy mala fama porque se mantenía lleno de bandidos y ladrones. ''Anúncielo por me dijo mi amigo, "haga saber que es un sitio distinto': Y lo hice por los canales regionales, yeso fue como un tiro: todos los días, a cualquier hora, iba gente, de todas las edades. Además, nosotros tenemos buenas relaciones con la policía, con los inspectores de salubridad y con la administración local. Es decir, cumplimos con las reglas y normas para este tipo de negocio, y he- mos ganado respeto y tranquilidad. Aquí en Cali el negocio es espectacular, bonito y completo. Este lugar por ejemplo no necesitó tanta publicidad como el de Popayán. Somos muy organizados y tenemos "ficheros': o sea perso- nas que se hacen afuera del establecimiento: vigilantes, vendedores, taxistas, que se encargan de pasar la voz, de repartir las tarjetas y vo- lantes. Ellos ganan una pequeña comisión por esa labor, dependien- do del número de personas que recomienden. Por eso una vez les hicimos una fiesta a todos los que nos habían ayudado, y repartimos camisetas, gorras, relojes y regalos sorpresa. Nosotros somos agradecidos y sabemos que gracias a ellos han llegado muchos clientes. Nuestro lema es darle un buen trato a las personas, a todos, yeso nos ha traído buenos dividendos pues nos hemos ganado a la gente. Pero el mejor trato que se da aquí son para las peladas, porque sin ellas este negocio no existiría y ellas, sin el negocio, serían una locas. 44 Entre diablas 45 Por esa razón se les da buena comida, buena atención, buenos estí- mulos como regalos, fiestas, cositas pequeñas, pero que a ellas le caen muy bien. Las tarifas que manejamos son: la media hora $70.000, por una hora 100.000, el domicilio 180.000 yel show de lesbianismo $150.000. Es caro, lo sé, pero no tanto, teniendo en cuenta que aquí tenemos hembras muy buenas, un servicio excelente y clientes que siempre se van a gusto. Lo cierto es que uno cambia mucho en este negocio y a las peladas las empieza a entender como personas, con los dramas que cargan. Al comienzo las tenía en un mal concepto y, por mi nerviosismo, sólo veía putas, pero con el tiempo terminé entendiéndolas, pues fui co- nociendo sus vidas, y todas tienen problemas como cualquier otra persona. Son mujeres necesitadas, solitarias, algunas sufren mucho; por lo general se han peleado con sus familias, se han volado de sus casas, pero uno no se mete en esos problemas; después de que sean mayores de edad, que hagan lo que quieran. Muchas veces me piden un consejo y yo les digo que expliquen la verdad para salir de eso, y así se quitan ese peso de encima. Por ejemplo, un día se presentó el novio de una, y como ellas primero los ven a través de una cortina, la muchacha dijo: -y este hijueputa dizque viniendo a este negocio, ¿qué tal? y lo más berraco es que llega un trabajador y dice: -¿De quién están hablando? - Pues de aquel que acabó de entrar, es mi novio, o era, porque de que lo echo, lo echo. -¡Cómo así! -dijo el trabajador-o Si ese man es cliente viejo de nosotros. Ese gasta un poco de plata cada vez que viene: pide trago y siempre quiere estar con dos viejas. - Yo ya he estado con él -dijo Martha, otra pelada que estaba junto a la cortina. - Yo también -dijo otra. y la otra y la otra. Eso fue un cacharro y nos reíamos todos. Esto no es lo mío, no es en lo que pensé trabajar. Estoy aquí por las circunstancias. Si se me aparece la oportunidad de montar mi negocio, en la parte educativa, por ejemplo, lo haría. Aquí desgasta mucho el trabajo, y para que funcione uno debe estar las veinticuatro horas con la cabeza adentro. Lo que hago es muy esclavizante, nece- sita de mucha responsabilidad y sacrificio, tanto así que se le pierde a uno la vida social. Yo puedo salir con una muchacha a rumbear, a estar con ella un rato, pero no estoy tranquilo dejando el negocio solo, pensando que si las muchachas están trabajando bien, que si los empleados no están detrás de ellas, que no estén metiendo vicio, y muchas cosas más. No estoy tranquilo, no puedo tener una vida nor- mal. Este negocio está donde está es por mí, porque le he metido el lomo todo el tiempo que llevo en él, y si marcha como un relojito no es por que me lo haya ganado, sino porque es el resultado de un duro trabajo. Ah, y trabajar con diablas es algo que no se lo recomiendo a nadie ni por el putas. (El negocio donde trabaja Memo queda en un barrio al norte de Cali. Es una casa de dos pisos y en la primera planta tiene dos salas, una para recibir los clientes y la otra que es privada. Además cuenta con un cuarto confortable con vidrios polarizados para hacer "strip- tis" y show de lesbianas. En el segundo piso están las alcobas bien equipadas: cuentan con cama doble, televisión con canales pomo, espejos grandes, baño, aire acondicionado y un teléfono. La casa esta dividida en dos secciones: una es para el negocio y la otra es para que vivan las peladas). Noviembre de 2003